domingo, 24 de mayo de 2009

El sueño del monólogo.

Yo quería patearle el culo al hombre de cara estirada, tal como sus billletes, billetes de mierda. Que no los suelta, no los suelta. Y él se ríe. Y nos reimos en el reflejo de nuestros miedos. Yo no entiendo. Y sigue rezando, y sigue donando esa migajas de pesos, llenos de mierda, llenos de asco y juegos turbios. Juegos sucios. Me repugna esta situación. Viejo de mierda, pienso sin cesar. Y su cara estirada, los billetes estirados, el olor a masturbación capitalista. Así, y yo le pongo como quiero. Y él hace lo que quiere. Y son todos unos cerdos. Y pienso en tantas palabras. Mierda, mierda, mierda. Quiero vomitar y me tiritan las piernas. Y pienso que todo es una mentira. Pienso que Dios es el mejor negocio. Que la enfermades son sus mejores negocios. Que el sudor de mis papás es su mejor negocio. Que las carencias pegadas en el rostro de cada uno de nosotros es su mejor negocio. Y me enerva la situación. Todo es negocio, lo decía un libro. Todo tiene su precio. Lo decían sus ojos. El precio, el precio, precio.....
-Ya pues, señorita, despierte...¿Cuál es el precio de éste? - Dijo, indignado.
- Cincuenta mil, setencientos treinta- Dije, con exceso de lentitud. Desconcertada. Otra vez, sin entender.

domingo, 3 de mayo de 2009

Cuando Nada.

Eran muchas las frases que intentaba hilar mientras apreciaba un nublado atardecer desde el decimo tercer piso. Un día fuerte, si es acaso este adjetivo alcanza. Tengo ganas de escribir, sin metáforas, ser lo más literal posible, decir todo, con nombre y apellido, con pies y cabeza. Nada de incoherencias, para que mis manos sean capaces de hundirse en cada ojo que esté que en este preciso instante esté uniendo mis letras (deformadas e inciertas). Hoy, mientras todo se reducía a una mínima imagen de mis ojos disueltos en sensacionas extrañas, pensaba... pensaba tanto, demasiado. Quería fumar, quería secar esas lágrimas, quería soltar una sonrisa. Una linda tristeza adornaba el frío atardecer. Plasmar la historia en distintos trozos de realidades, comparar. Observarme, detenerme y sentirme. Así, sola, tranquila y conciente. Sí; demasiado conciente. Es extraño sentirme así, como me sentí hoy en el piso trece. Fue extraño cuando caminamos fumando un cigarro y me di el tiempo de observar todo lo que veían mis incredulos ojos. Todo fue extraño hoy. La nostalgia, pero de la buena. De la que hace recapitular mirando hacia días mejores. Desde la que brotan lágrimas de una lluvia ácida, de esa, la primera que según dicen, se lleva lo tóxico. Quizás hoy fue mi primera lluvia, la menos agradable, pero la más útil, la que al otro día nos entrega un día mucho más limpio que el anterior. Si, definitivamente lo mejor es estar conciente, de cada paso que doy, de cada suspiro que olvido. De la calma que me abraza y la incertidumbre que mi incita a seguir. Así, observando cada nuevo capítulo, dándome el tiempo de esperar, de respirar y de olvidar. Y volver a creer.