lunes, 7 de marzo de 2011


No solidarizas con los Mapuches porque no es a tí a quién le quitaron las tierras, al igual que a la gente de Rapa Nui. No solidarizas con las familias de los detenidos desaparecidos porque en tu familia no murió nadie en dictadura. No solidarizas con el abuso de las clases medias y bajas porque tú puedes vivir cómodamente, porque te sacaste la cresta, o quizás tus papás se la sacaron, pero vives bien o por lo menos tienes para comer. No te da impotencia el sistema público porque puedes acceder a un sistema privado, aunque eso implique que tus papás se partan el lomo trabajando y ganen el apenas el 20% de lo que producen. Te da lo mismo porque son tus papás los que se parten el lomo y se endeudan, no tú. Da lo mismo, porque tú no eres el Mapuche, no eres el Rapa Nui, no eres el que no sabe si tendrá algo para comer mañana, no eres el hijo del delincuente, no eres el que se tiene que levantar a las 4 am para sacar número en el consultorio, no el hijo del hombre que murió torturado, no eres el que vive en un campamento, no eres el que hace turnos larguísimos para llevar plata a la casa, no eres el que tiene que trabajar para mantener una familia, no eres el que recibió una pésima educación. No lo eres y yo tampoco lo soy, sólo sé que me duele ver como a muchos les sirve la miseria de otros, y me duele más aún ver, que por mucha rabia que sienta, los mapuches seguirán siendo hijos del abuso, las víctimas de la dictadura seguirán cargando su dolor, el sistema público seguirá siendo una basura, los sueldos seguirán siendo bajos, la educación seguirá siendo una basura, la política seguirá en favor de quienes son pseudo dueños del país, el costo de vida seguirá siendo más alto, las clases trabajadoras seguirán siendo explotadas. Y quizás hasta cuando sea así. Y si bien nadie dijo que la vida era justa, es imposible que a uno no se le haga un nudo en el estómago al ver tanta miseria, abuso y desigualdad. Es imposible no sentir ganas de cambiar las cosas. Y no hablo de ideales utópicos, sólo hablo de dignidad y un poco de justicia. Es inevitable esa impotencia, al saber que a esta hora de la madrugada, mientras yo estoy en el notebook escribiendo esto, algunos ya están afuera de un consultorio haciendo una fila, o se están levantando para comenzar sus extenuantes jornadas de trabajo sólo para ganar el mínimo. Aunque la verdad, no sé si me da más impotencia esto, o las personas que no son capaces de ver el dolor en ojos ajenos.