martes, 21 de diciembre de 2010


Tiene 55 años y aún se sorprende, a pesar de sus ojitos cansados, aún cree en sueños, aún cree en esperanzas, aunque con su cara de mamá me siga diciendo que no puedo cambiar el mundo. La quiero tanto, porque me cree, me tiene fé, porque cree en cada idea loca que le digo, por utópica que suene. La quiero tanto, porque me entregó todas las herramientas para que yo llegara donde ella no alcanzó a llegar. La quiero por transformarse en mi mejor amiga, a la que le cuentas hasta esas cosas que te dan pena, vergüenza, etc, esas cosas que no le cuentas a tu mamá. Pero sé que no hay mejor consejo, que el que sale de su boca. La quiero porque tiene una bolsita infinita con consejos para todo. Para los errores, los fracasos, para el éxito, para el dolor, para un corazón roto. No hay nada que un tecito y un consejo de ella no pueda solucionar. La quiero por su don de sacar siempre una sonrisa. La quiero tanto porque me deja volar hasta lo más alto, sólo para que cuando vuelva, le cuente como me fue y me diga en que puede ayudarme y si bien le cuesta decir " te quiero", sé que lo escribe chiquito en cada cosa que me cocina.