domingo, 2 de noviembre de 2008

Maldita sea la hora.




Y caí, tanto, en una dirección extraña, sin rumbo. Los ojos cerrados, los labios inertes y un suspiro mal echo... La dirección era errónea hace bastante. Entre nubes de colores y gotas sin sabor, la hilera de recuerdos que perturbaban el pensar en vano, el sentir erróneo y el placer falso, coludían en un constante ir y venir de ruidos sordos, de lágrimas sin sentido. ¿Por qué? ¿Por donde? La melancolía y la nostalgia se hicieron agua en mi boca, invadiendo cada milímetro de mi gastado receptor y almacenador de sentimientos... la constante caída me hace agrandar mucho más la distancia entre la tranquilidad y mi existencia. ¿Donde está la maldita nicotina? Consumida hasta el final, entonces... si llegamos (llegaste-llegué) hasta tal miserable punto ¿Que sentido tiene la estúpida caída? ¿El final? La ironía de creer que al termino de la caída se encuentra aquella muerte, que no acaba con aquello, no, JAMÁS, sólo concreta la infinita agonía... la tranquila ansiedad de saber lo poco que queda para el final de esta caída,el tan esperado final, que por fin tiene sentido, un punto de partida, por fin un piso firme para un nuevo salto donde el único paso que de hacia atrás, será para darme impulso.