sábado, 7 de febrero de 2009

¿Que nos diremos hoy frente al muerto pasar de nuestros días? ¿Tendré que saborear el asco de un olvido forzado? Y las paredes están en blanco, mi boca sin palabras, y mis ojos, con más lágrimas de la cuenta. No debió ser así, y cuando crees en las ganas de cambiar las cosas, te das cuenta que una puñalada al lado izquierdo de tu pecho es la respuesta perfecta para hundirte y destrozar todo. Destrozar (te). Destrozar (me) Destrozar (nos). Podría gritar, llorar, preguntar mil veces porqué y buscar respuesta en este vacío, que está lleno de astillas. Pero me toca asumir, creer en lo único que queda... la realidad. La misma que disolvió todos los recuerdos, la misma que desde hoy, alojó su peso en nuestras vidas y terminó diciéndonos lo que cada cual tenía que hacer. La que nos informó la hora, el lugar y la forma de decir el maldito adiós.