viernes, 27 de febrero de 2009

¿Por qué?

Cerré los ojos, miré a las personas más de la cuenta (si, personas, no gente, ese término es demasiado generalizado) Quise saber específicamente que pasaba por la mente de esa señora que lloraba a las 10 Am (muy temprano para llorar) O el joven de mi edad, en el mall, junto a un celular, no paraba de llorar. Quise saber que pasaba entre los hombres que se miraban de forma cómplice en un café muy cool. Y en una de esas, saber porqué las mujeres del otro café más cool aún se veían tan felices. Quise saber tantas cosas, como todos los días, pero hoy fue mças, mucho más. La sed de entender la actitud de cada persona que llamaba mi atención, fue mucho más lejos de lo habitual. Quizás por eso, un niño en la micro, con cierta deficiencia mental, quiso saber porqué yo quería saberlo todo y sin respeto alguno, me llamó tía y me dio un abrazo gigantesco, como si su labor en el mundo fuese ir desbordando amor sin pedir nada a cambio. Sin darme cuenta iba abrazada de aquel niño, y sabía su nombre y su edad, mientras él, a cambio de mi curiosidad, me llenaba de besos. Besos tan llenos de magia, que mi mejilla escrupulosa olvidó que el exceso de saliva era uno de sus enemigos número uno. Hasta que mientras hablaba con él, de mi boca nació un extraño “mi amor”. Si, tal y cual como lo relato. Yo, un ser humano complicado en los cuales los niños, no son su fuerte, y por nada del mundo diría esas palabras llenas de dulzura, estaba diciendo una de aquellas, de las cuales tanto se mofa. En ese instante todas las preguntas del día se redujeron a un instante de olvido, sin preguntas, sólo con los besos de este ser, que me regaló un instante tan mágico, con abrazos por doquier. Cómo si supiera que no soy de piel y quisiera fastidiarme. Pero no, logró que me emocionara, que me sintiera algo ñoña y que al final del viaje, mis ganas de quedarme ahí con él, fueran más grandes que mi set de preguntas cotidianas. Un momento extraño, pero mágico. Si, aquel niño era mágico. Aún me preguntó como lo hizo, para adornar un día tan nostálgico, en el que él, con una sonrisa ingenua, me hizo olvidar todas las respuestas de las que venía huyendo.