lunes, 23 de febrero de 2009

Quizás.

Eran cerca de las 11 P.M. Quizás las 12 y en una de esas, tal vez la 1 A.M. En esos instantes lo que menos importaba era el tiempo, el cual, sin respeto alguno posaba en cada hombro, de quienes adoptaron la calle como su hogar. Llegamos el grupo de personas, todos con alguna expectativa, ya que no todos los días se suele ir en la noche, afuera del hospital San Juan de Dios a repartir alimento a quienes allí, nada esperan. Quizás, una voz que les recuerde que sigue viviendo, o un té, que los lleve a lugares de antaño, donde solían estar mejor. Calle- Cecilia, Cecilia - calle. Una fría presentación frente al panorama que mis ojos decodificababn entre mis manos tiritando (a causa de mi nersiosismo) y mi boca apretada por no saber que decir. Podría enumerar una a una, todas las situaciones que hicieron que mi estómago se volviera el máximo exponente de mi sorprendimiento. Una níña pequeña en la calle, un abuelo, un par de historias sin contar y otras que simplemente quieren pasar al olvido. Y la peor historia, el presente, que desde el minuto en el cuál se hace notar, se desvanece frente al interfecto panorama. Como siempre, el rubro de lo teólogico ha sido más que un simple tema para mí. Pero no la existencia misma de un ser superior, sino, qué nos lleva a creer a en la existencia de un Dios, qué nos lleva a encarnar la fé y así o qué nos lleva a renegar la supuesta existencia. A modo de introducción, podría acotar que estoy en ése proceso de vida, en el cuál estoy analizando minuciosamente mi tendencia teológica, que de lógica, no tiene nada. Con el pasar de los minutos, veía como mis compañeros (y amigos) cantaban canciones eclesiásticas para ver el fúnebre pasar de los minutos, en una fría noche de verano. Y mientras mis oídos analizaban la letras de las canciones y mi mente volvía a llenarse de preguntas, me dirigo a una señora, dueña de casa standar y le pregunto el rol de Dios, en todas las personas que viven en la calle. Ella me empieza a comentar que es muy fuerte la presencia de Dios en todas las personas (incluyendo ella). Incluso, nos detallaba la vida de varios de ellos, que sabían de memoria salmos de la Biblia. No pude decir nada más, mis labios se apretaron más de lo acostumbrado y esas ganas de llorar que me dan ada vez que la situación me supera, se hicieron más presentes que nunca. Comprendí hasta qué punto, la brecha es gigantesca. Que si bién, es un privilegio para nosotros tener comida, abrigo y alguien que nos espera. El nivel llega hasta el punto, que cuestionarse la existencia de Dios llega a ser un privilegio. Nosotros tenemos el tiempo para llenarnos de preguntas, en las cuales, si sentimos que nuestra creencia en Dios no es válida, no se nos desmorará la vida. ¿Pero que pasa con las personas que viven en la calle, en donde su único consuelo es la encarnación de su fé, es la única compañía frente a las solitarias noches, en donde están totalmente a la deriva? En donde la creencia en algo fundamental, el cuál literalmente es su único alimento. Y mientras mi mente estaba en su máximo esplendor, recordé la frase que dijo mi querida colega el día anterior : Si el miedo se hiciera carne, le llamaríamos Dios. Entonces, el silencio se quedó con la última palabra.