jueves, 19 de marzo de 2009

(...)

De mandar todo lo más lejos posible. De detener el tiempo, de correr, de gritar. Correr descalza, sola, con el pelo al viento. Recostarme en el pasto, en el más lindo. Ganas de todo. De que la luna se apiadara de mis ojos cansados y me regalara la mejor estrella. De olvidar, de olvidarme. Ya se acabaron las ganas de soñar, las de creer y construir letras con un celofán, en mi arcoiris secreto. Ya no es secreto, todos lo saben, menos yo. Me olvidaron y los olvidé a todos. Así de simple, no me importan y no me importa si yo tampoco les importo. La redundancia me importa un carajo también. Y les puedo gritar, escupir a todos, y no me interesa hablar de sueños. Y puedo besarte y no darte mi corazón. Puedo hilar la historia cuantas veces quiera. Y más aún, dejar el capitulo a medias. Y odiar, y maldecir, y volver a escupir. Por que me sé la historia, escuché hasta los silencios, porque ESOS silencios, son los más ruidosos que puedan existir. Y te susurro lo poco que me importa. Lo poco que me duele y lo poco que recuerdo. Y pateo mil piedras, justo hoy, cuando todas se cruzaron en mi camino. Justo hoy, cuando mi seudo-rebeldía no sirve y mis mejillas vuelven a humedecerse, otra vez, antes la frustración de una actuación mal echa. Se humedecen, otra vez, delatándome frente a mi cruz.
Otra vez; no me resulta.