domingo, 5 de octubre de 2008

Gritar.

Pareciera la única forma de tragarse lo cruel, lo absurda, lo enferma que puede llegar a ser la vida. Todos hemos gritado. Pero a veces, gritar no es suficiente. Cuando la desesperanza es tal, que no puede ser gratuita. Cuando la miseria de unos sirve de alimento al bienestar de otros. Entonces, se sale a rayar, romper, robar, golpear, violar y matar. Lamentablemente, la violencia no es absurda. Es una respuesta lógica. Lo absurdo, es lo que causa la violencia. Es decir, la desigualdad, la deshumanización, la brutal soledad que conlleva el fracaso en un mundo de éxtiso etéreos, porque demasiado materiales.
Ojalá bastara con gritar. Todos juntos, en las calles. Pero cuando ni siquiera eso es permitido, cuando el que sale con el puño en alto es a su turno violentado, se entiende que vuelen bombas, que estallen vidrios, que se arranquen los bancos de las plazas.No se pretende, ni mucho menos, hacer una apología de la violencia. Pero si indagar de forma a-sistemática, un poco a tientas, en sus causas, en sus formas. Y desmitificar lo que se intenta hacernos creer: que la violencia viene siempre de los mismos. De los pobres, los marginales, los "outsiders". No. La violencia la ejercemos todos, y en particular aquel que impone "paz", es decir el estado. Criminalizando a los que protestan, estigmatizando a los indígenas, estereotipando a los "delincuentes".Pero a pesar de todo, el círculo de la violencia tiene un límite. La violencia no se combate con más violencia, sino con igualdad y reconocimiento. Y que muchas veces, son los más violentados los únicos capaces de tender una mano, y mirar al otro con verdadera humanidad.

Este texto está en una revista buenísima, pero mi memoria ñoña otra vez me traiciona. Me gustó tanto que arranqué la hoja y ahora esta pegada en la muralla de mi pieza.... sinceramente, no hay mejor forma de expresar lo que pienso sobre la violencia en las protestas.. sobre todo ahora que me tocó vivirla de cerca...